Siempre he admirado a quienes tienen la disciplina de sentarse frente a su computadora, abrir el Word y agarrarse varias horas punteando las teclas hasta que queda un cuento, medio guión, un capítulo—o varios—de una novela, un post sólido —lo que sea que eso signifique— o veinticinco minificciones listas para ilustrar. En verdad. Estoy convencido de que es una labor loable y sumamente productiva si lo que te gusta es contar historias. Lamentablemente no soy capaz de ello.
Me cuesta muchísimo sentarme a cierta hora del día y sacar de la cabeza, lo más ordenado posible, todo aquello que me gustaría relatar en una historia, una frase, un cuento o lo que sea. Parece que para hacer esto interesante sólo se me ocurren esas cosas cuando el objetivo de estar sentado frente a una computadora es realizar mi trabajo diario, en una oficina.
De cualquier forma, siempre hay lugares o maneras de dejar salir las ideas y materializarlas en gestos creativos con algunas letras. También existen, por supuesto, diplomados en literatura, carreras dedicadas directamente a desarrollar la habilidad literaria, posgrados, doctorados… y cursos de narrativa.
Esto último es una de esas cosas que no me dan mucha confianza, como los comerciales donde todo mundo es rubio, alto y las mujeres tienen tetas firmes sin importar su posición respecto al eje terrestre o su edad. En serio, ¿les parece confiable que un curso les enseñe a “ser creativo”? Si la creatividad está ahí, la habilidad, y sobre todo, las ganas de hacerlo, el curso o cualquier cosa, servirá para dar ese empujoncito, quitar las trabas. O al menos hacerlas más bajas como para agarrar vuelo y brincarlas.
Como la Twiteratura . Desde el nombre uno desconfía. Una red social donde miles de personas buscan levantar la mano y ser famosos en una semana, tener miles de seguidores y quién sabe, ser descubiertos por algún cazador de talentos. Una modalidad narrativa que tiene sus momentos de genialidad dignas de aprenderse pero también un montón de rincones donde los charlatanes genios se esconden y hasta montan sus propios negocios.
Es cierto: el ritmo de vida actual cada vez hace más complicado darse a la tarea de escribir una gran obra. El dedicarse a la literatura exige una gran disponibilidad de tiempo y una disciplina admirable. Un trabajo que te consuma pocas horas o tener un mecenas que te consiga una beca; lo cual deja tiempo, si acaso, para desarrollar las historias en un espacio cada vez más reducido.
Quizá la más amarga diferencia entre los talleres de narrativa donde uno va y escribe en una libretita los cuentos que va dejando el instructor en turno —algunos muy buenos, otros insufribles pedantes— y los que se imparten ahora vía twitter, es que la gente ya no se inscribe para ver a quién se coge, sino primero a ver si gana un concurso y de ahí, se logre coger a alguien… o regresar a casa con un nuevo Ipod.
La creatividad, efectivamente, llueve. Y a cantaros. Hay días que graniza y hay que ponerse una gorra de asbesto. Tantas frases, tantísimos autores que surgen, ganan fama, algún concurso y se retiran a seguir sus vidas como si nada. O se vuelven parte del ejército de artistas snobs que van por ahí corrigiendo irónicamente la ortografía de sus vecinos a cada paso u ofreciendo cursos de literatura a los emocionados novatos. Novatos que a lo mejor abandonan cuando se enteren de que para escribir hay que leer un poquito aunque sea, pero que antes de eso, pagarán su cuota.
Decía yo que no confío en ellos y eso es, exactamente, porque el estilo no se aprende en un curso: se desarrolla a través de la práctica y de la voluntad de hacer las cosas. Y qué mejor que tener un guía, alguien que haya avanzado un poco más y pueda dar algún consejo, señalar los puntos a mejorar y ayudar a desarrollar las habilidades propias de cada quien. Un amigo, no un montón de competidores que buscan aprender lo más rápido posible a sacar frases geniales y tener un montón de admiradores.
Durante el último año y medio de la carrera un profesor de Investigación nos decía: “a investigar se aprende investigando”. Y estoy por completo de acuerdo, si lo que quieres hacer es aprender a escribir, a estructurar una historia lo que se hace es simple: ejecuta tu gusto. Si te gusta cocinar, escribe de cocina, si te gusta el futbol, escribe de futbol, etcétera. Siempre poniendo el estilo que permite leer la personalidad del autor, no la del que le cobró mensualidades para aprender religiosamente un manual de narrativa.
En cuanto a la fama… bueno, para eso se necesita un poquito de gracia, como dice la canción.
Alguna vez un maestro me explicaba, y creo que tiene razón, que en el asunto de escribir una cosa es la habilidad de crear historias y otra la habilidad de redacción. Alguien puede tener creatividad para inventar historias, para crear psicología de personajes, para hilar situaciones y fuera del campo de las historias, para reflexionar acerca de un tema y estructurar la idea por escrito. Todo eso es una cosa, otra diferente es tener la habilidad de redactar. Alguien puede crear un texto y luego un corrector de estilo darle su pulidita, y quizá el corrector de estilo no tenga la creatividad para contar historias, pero sea muy bueno redactando y trabajando textos.
En sus inicios el periodismo era un oficio, y sólo a base de chambearle y trabajarle, se aprendía, ahora se estudia una carrera, y otras similares que enseñan el correcto uso del lenguaje, principalmente, el escrito.
A escribir bien, como dices, se aprende escribiendo y a quienes nos cuesta trabajo, pues hay que chambearle, aprender reglas, memorizar acentos, pero la creatividad, yo creo que no es adquirida, se trae y se pule, eso es todo.
Yo escribo, de verdad, por el puritito placer, sé, o quizá no lo sé, que no seré famosa ni pretendo serlo porque bueno, uno lee cosas increibles y asombrosas que lo hacen sentir un simio amaestrado escribiendo abecedarios.
Que cada quien haga su luchita de ser famoso, eso no me causa bronca, el problema es la soberbia, esa si da comezonsita, pero sobre todo, que sea su meta única.
Yo opino que sigamos escribiendo por placer y diversión, para aprender a hacerlo bien, para crear historias, chafas, deslumbrantes, increibles, y leernos unos a otros tratando de expresarnos mejor. También tiene su reto y su chiste escribir en 140 caracteres.
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También a escribir se aprende escribiendo. Es dificil hacerse de su propio estilo si todo el tiempo estas mirando sobre el hombro del «competidor» a ver que está haciendo él. Por otro lado, no es absolutamente necesario sentarse frente al ordenador a escribir nada, existen escritores que aun trazan a tinta directamente de su mano santa una novela entera.
El caso es que el creativo no es un muñequito en serie, cada uno tiene su manera distinta y a veces extraña de convocar musas o vaciar su espíritu en diversos materiales. Al final, lo que cuenta es el resultado.
Usted siga adelante, con o sin talleres, pero poniendo, eso sí,lo mejor del escritor barbón que usted es.
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La creatividad es muy difícil de lograr cuando uno se la pasa leyendo blogs o lo que se pueda o lo que se quiera, se tiene una idea, cuando se desarrolla resulta que el de junto ya la ganó y el trabajo se fue a la basura o se guarda esperando nacer algún día en que se haya olvidado el tema.
Y hay que seguir leyendo, inventando, aprendiendo sobre la marcha uno mismo como lo prefiero pero preguntando o llenándose de consejos de profesores que quieren enseñar a novatas como yo que un día quisieron escribir sin siquiera saber agarrar el lápiz.
Y se aprende y se encuentra un estilo que sin buscar se asoma entre las letras y he aquí que uno va encontrando el caminito de lo que le gusta escribir.
Y pasan los años y en la búsqueda del estilo termina uno convirtiéndose en
la copia de la copia de la copia de la copia de..
Y seguimos tratando de escribir palabras que no hayan sido dichas pero están más remendadas que rodillas de pantalón de niño huérfano de esos a los que si les hubieran dado un lápiz seguramente estarían en la cima de la fama o de la derrota pero sabrían escribir.
Un placer..
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Completamente de acuerdo, pues yo que a veces tengo ideas y supongo buenas en cuanto llego al escritorio se me va el avión, no doy una y termino escribiendo de otros temas ya sin el chiste de cuando los pensé. A veces me gustaría tomar un curso pero como para la narrativa para aumentar mi vocabulario y tener noción de las diversas técnicas.
A veces se tiene la técnica pero no la pasión, recuerdas el cisne negro?
Saludos
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