Un tipo de mala memoria

Uno de mis defectos es lo desmemoriado. Antes, entre los 20 y 28 años usaba ese defecto como chiste:
— Oye, soy capaz de olvidar una conversación entera entre nosotros si, durante ella, hay un relámpago— decía yo cuando me tocaba presumir alguna clase de habilidad. Había quienes podían conducir un auto completamente ahogados de borrachos, otros que jugaban 12 horas seguidas de Final Fantasy, pero yo podía olvidar una conversación en 3 segundos si caía un relámpago.

En realidad, eso me pasó una noche en la ciudad donde crecí, Cuautitlán Izcalli, estando en la calle frente al local de video juegos donde solía juntarme con mis amigos de la colonia. Esperábamos la llegada de otro de los amigos, y había una conversación entre Ren, Beto y yo. La plática iba entre risas y divertidas groserías cuando un relámpago tronó en el cielo. Estaba entrando la noche, a eso de las 8:30 cuando el cielo nublado tronó con un destello. En ese momento olvidé por completo de lo que estábamos hablando. Incluso al día de hoy es una anécdota que hace reír a Beto cuando la platicamos —una de sus pocas oportunidades de burlarse de mí, je—.

En verdad, no recuerdo el tema de esa conversación. Durante un puñado de años supuse que eso era una de esas cualidades curiosas que lo hacen a uno especial y que se ubican en la delgada línea entre tener canas a los 15 años y portar un tipo raro de virus en la sangre que te provoca caminar en un plano vertical sin cuerdas. Para mi desgracia, no me convertí en ninguna clase de superhéroe, era yo un tipo de memoria muy mala.

A la fecha he logrado controlar un poco esa cualidad. Sólo un poco. La peor manifestación de ella me la hizo notar Anita hace unas semanas: puedo ser capaz de leer como un loco, un libro tras otro y amarlos a cada página; sin embargo, después de terminarlos no puedo recordar de manera clara de qué se tratan.

Eso es en lo que ahora trato de trabajar. Es posible que tenga que protagonizar una abducción extraterrestre a un planeta donde la memoria se almacena en grandes moldes de gelatina de sabores frutales donde cada sabor representa una categoría de recuerdos… aunque no logro recordar si eso lo leí en alguna parte o lo escribí en la pared del baño. O puede que tenga antojo de gelatina…

Creo que estoy olvidando el meollo de este texto. El caso es que últimamente he tenido en manos algunos libros que me han gustado y de los que me gustaría dejar constancia aquí:

Diablo Guardián, de Xavier Velasco: recomendado por Kiddou, me ha costado mucho trabajo. Un texto ganador del premio Alfaguara en 2003 que, de verdad no logro digerir. Aunque a los últimos vistazos he logrado rebasar la docena de capítulos y hasta he reído con algunas frases muy atinadas, me sigue pareciendo un poco inverosímil. Veo la cara del autor y no puedo imaginarlo imaginando —sí, eso— la historia de una adolescente con tanta malicia y con ese maravilloso matiz de prostituta y peladaza. Una gran máquina de ensalce para mujeres que en su vida se atreverían a actuar como Violeta o que ven en ella la oportunidad perfecta para montarse en el imaginario de una mujer a la que le vale soberana verga todos y cada uno de los seres humanos que la rodean y que no corresponden a sí misma al reflejarse en un espejo. Del otro lado, Pig, el Diablo Guardián de Violeta, es un buen modelo de adultón mal educado por sí mismo y que se las da de brutalmente honesto y vale madre. Cínico y ogete. Admirable. Quizá porque se escribió en 2003 y para un negocio editorial tan mojigato y payaso era necesario un libro que dijera muchas groserías —sobretodo “puta”— y cuyo autor tuviera una rara afición a los perros y a las fotos donde sale con sus perros. Si fuera película deberían ser blanco y negro las escenas con Violeta narrando su vida y a color con Pig sobreviviendo a la patética suya… sería un exitazo.

Al no ser tan sencillo digerirlo, lo he aplacado con un par de textos más.

Cuentos Escogidos, de Antón Chejov: autor ruso en el siglo XIX , dramaturgo, médico y considerado un maestro del cuento corto —género que ahora está agarrando cada vez más sabrosura— y con un estilo simple, delicado y si bien es cierto no tiene lo que se pensaría como historias que te hagan divagar con dimensiones alternas, sueños en varios pisos o cosas parecidas, son en verdad cuentos muy agradables. Conocí a este autor gracias a que Haruki Murakami lo menciona en  1Q84 con la novela de Un viaje a Sajalín de 1895, que juega un papel muy importante en la trama de esta última obra de Murakami. Aún no leo esa novela pero estos cuentos han sido muy buenos para los largos viajes diarios— por ejemplo, La Señora del Perrito—; un buen respiro y aprendizaje de una narrativa disfrutable.

Las Leyes de la Atracción, Bret Easton Ellis: desde que el buen Señor Botarga me recomendó a este autor, se ha hecho de mis favoritos. Segundo libro publicado en 1987, justo después de Menos que Cero, es una historia con las características favoritas de Easton: personajes desinteresados, egomaniacos, acostumbrados a una vida entre sexo drogas y rock and roll pero sin llegar a la vida propia de un rockstar; más bien, de juniors cuyas vidas están a la deriva de sus deseos, sin tener la mínima idea de hacia a dónde les llevará y que en el Campus de Candem, ya nadie recuerda quién se ha acostado con quién ni dónde estuvieron la noche anterior. Un estilo narrativo con el que he hecho una comunión especial, excepcional para relatos concisos, directos y con desarrollo lineal entre reflexiones, monólogos y conversaciones que parecen no llegar a ninguna parte.

Y en lo que decido si termino o no a Xavier Velasco en esa guerra de incredulidad a sus argumentos —pero con la admiración medida a su estilo desenfadado, algo loable al menos ante la tremenda exhibición de ironías y valemadrismos; dos cosas que a estas alturas del siglo, se ven a cada esquina y cada día dejan de ser novedad para volverse un arte fino y no apto para cualquiera— me encontré con el Bestiario, de Cortázar. Primera vez en la vida que tengo un libro de Julio Cortázar sin el presentimiento de que me moriré de flojera, y estoy seguro que acabaré con una muy buena impresión… el reto es recordarlo cuando lo termine. Mi ventaja es que en esta época del año no son muy frecuentes los relámpagos en esta zona del país.

13 Comments

  1. Deberías ejercitar tu memoria como el pobre (pero buenísimo) Ashton Kutcher, en «El efecto mariposa» , solo espero que esos diarios no se conviertan en máquinas del tiempo, o bien, si lo hicieran, quiza entonces recordarías esa conversación que tanto mencionas haber olvidado.

    También me viene ala mente «Memento» , y por supuesto, una vez más compruebo que eres todo un caballero, por aquello de que no tienen memoria.
    No, bueno, y también ese bodrio de «Atrapasueños» , película en la que el tema extraterrestre está ampliamente abordado, pero, en el que también se aprende a organizar los archivos de la memoria.

    No cabe duda que despues de leerte, me he quedado boquiabierta con la cantidad de referentes cinematográficos que tu texto me ha traído a la memoria, pero, además, me doy cuenta que si bien no te has convertido en un superhéroe con esta cualidad, por lo menos si tienes mucho que ver con varios protagonistas de pelícilas, así que de la cualidad ordinaria que tienes de olvidar una conversación a consecuencia de la caída de un relampago, al final no es tan ordinaria, ya que en cierto modo, me esta dando bastantes ideas para hacerte protagonista de alguna trama, obviamente sátirica, en la que un hombre barbado y muy delgado, hará las delicias del buen leyente, jajaja, si es que eso existe.

    Un abrazo, y perdón por la recomendación que no te acaba de convencer.

    Te kellu.

    Fé de ratas: Por alguna razón no aprecieron los títulos que ahí puse, ya está corregido.

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    1. Con razón me hice bolas, jajaja. Sí, ya quedó completo. Borraré el otro.

      Qué raro, ninguna de esas películas las he visto… El Efecto Mariposa la he topado incompleta, jaja. Mira nada más… salieron sin querer 😛

      Gracias mi Kiddou (¿Ya mataste a Bill?), no te disculpes, esa batalla la he de seguir hasta el final. El día que venza la tentación y acidez de leer al Velasco de los Perros tumbaré esa barda de «escribir muy groserito»; digo, ya nomás falta que lo hagan película y salga un Bichir. De esos libros que te gustan pero a la vez les escupes. Jo.

      Te quello iguanas 🙂

      PD.

      ¡Que bueno que el San Kerio no la hace de pex!

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  2. OYEEEE, me encantó lo del desmemoriado, escribes justo como a mí me gustaría escribir cuento… o como he pretendido hacerlo con un éxito descomunal…mente malo.

    En cuanto a los libros, estoy totalmente de acuerdo con Diablo Guardián, a mí no me pareció tan extraordinario y Xavier en esta novela no tiene la capacidad de escribir como mujer: siempre es un guey pretendiendo ser Violetta, nadie se la cree.

    Está… divertidón, no es malo, pero según yo, le falta.

    Los demás no los conozco… o será que también ya los olvidé. Vaya usted a saber.

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    1. Latita!

      Esoy de acuerdo, no le creo ni tantito que quien me está contando su (putísima) vida sea una quinceañera salvajota.

      No los olvide, aproveche que no hay relámpagos… te los recomiendo mucho, eso sí.

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  3. Siempre es un placer leerte, además de una grata provocación a explorar este gusto nada culposo, a sabiendas de que retomarlo puede arrojar cosas entre buenas y malas, que no es lo mismo que regulares…Ta’ bien! lo lograste! Ya me dieron más ganas de escribir!! Así que seguiré intentando!!

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