Tocata y fuga

Johann Sebastian no era conocido por ser precisamente un tipo tranquilo. Se ponía abrigos raídos y usaba pelucas enormes a las que les hacía cortes y arreglos que le daban un aspecto de maleante antes que de un dedicado musicalizador de sesiones de oración.
— ¿Qué cosa es eso del contrapunto, Johann? — espetó el obispo por enésima vez al terminar la misa—. No es música de Dios.
—Claro que no, Su Señoría —dijo Johann. Y agregó por lo bajo—: Es mi música —y se alejó, sonriendo.
—Johann Sebastian. ¡Bah! —farfulló el obispo mientras el músico cerraba la puerta tras de sí, cree que se hará famoso componiendo chaconas, bagatelas y fruslerías. ¿Cuándo aceptará que Dios es el único músico del universo? ¡Contrapunto! Solo los sordos pueden componer melodías verdaderas, las que Él dicta directamente al corazón, sin pasar por los oídos.

 

Micro escrita junto a Sergio Gaut vel Hartman para el Blog Químicamente Impuro, de Heliconia.

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