Los hombres de ciencia también tienen corazón, y se pasan de lanza.
Amor Relativo
Un día una novia me pidió tiempo y espacio. Quería trabajar, dijo, en ser una mujer con un físico impresionante. Tristemente, terminé por concederle lo que quería. Me dolió mucho perderla, sus curvas eran de lo más lindas y sus ojos, negros y muy profundos. Finalmente se fue y no supe más de ella. Desapareció sin dejar rastro.
Años después, descubrí su fotografía en un viejo diario: la muy perra había vuelto al siglo XX para casarse con Einstein.
Publicado en el blog de microliteratura en español Sea breve, por favor en su edición del 1ro de julio de 2012.
Rumores de la Ciencia
Para los científicos nunca ha sido sencillo el amor; por ejemplo, a Galilei siempre lo botaban sus novias, decían que se la pasaba en la Luna. Una y otra vez las chicas que se sentían atraídas por la sensual barba y el habiliducho cerebro de Galilei terminaban por darle una patada en el trasero un lunes por la mañana, justo después de una noche de tórrido romance y péndulos eróticos. Algunos decían que la Torre de Pisa había una vendedora de frutas llamada Luna. Siempre que Galileo iba a hacer experimentos, ella tomaba las notas. De las notas que tomaba la hermana Luna, surgió, por ejemplo, las novelas perdidas: “El amor en el péndulo isócrono”, “Discurso amoroso en la tina de Arquímedes” y “La relatividad del amor profano”. Todas prohibidas, se entiende. Esto demostraría por qué le prohibieron la Luna a Galilei.
Cuento a cuatro manos junto al poeta, escritor y científico argentino Héctor Ranea para el Blog Químicamente Impuro de Grupo Heliconia, Argentina. Edición del 13 de junio de 2012.