A principios del siglo XX los dadaístas rompían con los formalismos y las elegancias. El arte como provocación a la estirada burguesía.
Hoy en día la provocación y el arte de pronto se vuelven dos raros hermanos de diferentes padres y confundidas madres.
Un lunes después de la media noche, un poeta de “la banda” interrumpe el ritual nocturno con insultos de borracho trasnochado, confundiendo el vociferar estupideces con “provocación y critica” de la escritura de otro [lo que sea que esto signifique].
Jueves por la mañana, el sistema de La red social considera que el contenido es demasiado “liberal” sexualmente y suspende una cuenta. También duda de la identidad del usuario y comienza un penoso proceso de confirmación.
Meses atrás, editores con el ego hinchado por el alcohol dan la espalda a la gente que los ha apoyado de forma sincera por motivos que sólo ellos entienden. No se puede sumar en comunidad si sólo se pretende sumar a beneficio del que convoca.
Poetas dementes del asfalto que creen que ser “malditos” conlleva escribir correos psicóticos hablando mal de otros, emitiendo juicios a partir de emociones triperas y falta de medicación. Pensando erróneamente que nos importa saber a quién aman y a quién odian según el día de la semana. Acosar a otros compartiendo públicamente conversaciones donde se habla a espaldas de aquellos cuyos intereses no están permeados por imitar los vicios de los maestros más bien que desarrollar los propios talentos.
Eso es “ser poeta” mejicano: O aburrido funcionario; ‘independiente’ con presupuesto del estado; o seguidor del vicio más que de la obra admirada.
Que los dadaístas escupan en sus caras desde los infiernos en el cielo. Provocación que no provoca, porque necesitan a esa burguesía para que pague las bebidas.
El trabajo de cada uno habla más fuerte que los escándalos nocturnos. Empero cuando la crítica viene desde la oscuridad de envidias que bien pudieran ser canalizadas como desarrollo del talento y no en pataleos dominicales.
Mi admiración a todos los que buscan crear cosas distintas, en la luz y en la sombra. Los celebro aunque muchas veces no los entienda.
Cuando los molesten con “¿Qué, acaso te crees más que los demás?”, respondan fuertemente con un: ¡SOY! Y retírense a seguir aprendiendo.
Una y mil veces me han dicho “jipster” pretendiendo insultar. Yo mismo he arrojado peores injurias al espejo.
“¡Mírenme bien! soy idiota, soy un farsante, soy un bromista. (…) ¡Soy como todos ustedes!”
— Tristan Tzara