Every Picture Tells a Story

Me pregunto qué pasa por la mente de las mujeres cuando alguien les dedica una canción. Es evidente, por supuesto, que existen quienes no aguantan la melosidad de Rod Stwart o Gladys Night, o quizá la sensualidad de Barry White o alguna de Celine Dion —cuando no se piensa en algo de Whitesnake o Phil Collins en sus momentos más rosas. Aunque también hay las que caen rendidas con banda sinaloense, reguetón o algo peor. Quizá con canciones de grupos como Camila, Belanova o por qué no, Luis Miguel, se pueda ligar de una manera fresa y neutra. Sin alma, si se me permite el atrevimiento. De cualquier manera, no se puede esperar el mejor resultado si pretendemos que una canción (seguramente escrita por algún tipo aguado y afeminado por consejo de su publicista o que directamente nunca sintió absolutamente nada de lo que interpreta; quizá lleno de traumas o que vive en una casa prestada por sus padres en las afueras de Arboledas), contenga exactamente los sentimientos que se tienen en un momento determinado por una mujer específica. No lo sé. Creo que a veces me pongo muy exigente cuando pienso que, o dedicas un pensamiento propio —acompañado de alguna melodía, para que amarre—, o de plano evitas hacer el ridículo tratando de entonar una canción que desde hace 50 años le dice al mundo que no vales un centavo si esa mujer, ese día en particular, no te devuelve el saludo.

Haría falta un poco más de dignidad.



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